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En cuanto cerró la puerta detrás de ellos, deseó no haberlo hecho. Sabía que estaba desahogando sus frustraciones en Gahrye y Kalle y eso no era justo. Ellos estaban dejando de lado sus propias necesidades para ayudarla en un momento en que deberían haber estado disfrutando el uno del otro. Y era su culpa. No estaba manejando esto bien.
Un temblor la sacudió y sintió un cosquilleo en la espalda, sintió a la bestia queriendo tomar control, y casi cedió. Casi.
Se quedó junto a esa puerta durante los siguientes minutos, ignorando las voces susurradas que podía escuchar y centrándose en mantener a raya a la bestia con todas sus fuerzas.
Cuando finalmente se sintió lo suficientemente calmada para moverse, temblaba de pies a cabeza.
Había estado cerca. Necesitaba descansar. Y estar tranquila. Y no pensar en cosas que la hacían sentir mal, o enojada, o asustada.
Recuerdos de esas voces carcajeantes en el travesaño se deslizaron por su cabeza y ella los rechazó.