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—¿Kalle? ¿Gahrye? ¿Puedo tomar un minuto de su tiempo? —Gahrye se giró para mirarla, ambos hiperconscientes de los libros que llevaba, de lo que Shaw haría si se enterara de ellos.
—Tú ve a revisar a Elia —dijo lo suficientemente alto como para que Shaw escuchara—. Yo me pondré al día con él. —Gahrye lanzó una mirada sombría hacia atrás, hacia donde Shaw debía estar de pie, esperando, pero asintió y se giró, subiendo las escaleras con sus largas piernas de una forma que hizo a Kalle darse cuenta de que él debía acortar su paso por ella, disminuir su velocidad para igualarla.
Su corazón latía con fuerza, pero tenía que mantener su expresión imperturbable mientras se giraba y comenzaba a bajar las escaleras.
—¿Qué sucede? —preguntó a Shaw lo más amablemente posible.
—¿Puedo hablar contigo en privado? —susurró, inclinando su cabeza hacia su oficina al final del pasillo.
—Por supuesto. ¿Hay algún problema? —preguntó mientras caminaban.
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