Reth permanecía ahí de pie, con las manos sobre su rostro, mientras todos lo observaban y su estómago se revolvía tanto que se preguntaba si vomitaría. Pero sabía que no podía rendirse. No podía desmoronarse. Y no podía hacer que nadie más eligiera. Él era el Rey. Él era el Alfa. Era su responsabilidad, y nadie más debería cargar con las consecuencias si esto salía mal.
Casi levantó la cabeza para buscar a Elia, para pedirle con la mirada que se acercase y pusiera su pequeña mano sobre su espalda y lo abrazase por el costado como tantas veces había hecho. Entonces recordó, y aunque la separación le golpeó de nuevo, estaba tan agradecido... tan enteramente y desmesuradamente agradecido de que su pareja no se encontrara en el camino de esta... aniquilación.
Él era el Rey. Él era el Alfa. Y era el único cuya pareja estaba totalmente sin riesgo mientras se avecinaba este choque con sus enemigos.