Lerrin temblaba, la respiración entrecortada mientras sus labios apenas rozaban los de ella, el toque tan ligero que casi cuestionó si había sucedido. Pero él inhaló profundamente y ella también.
Luego ella recorrió su lengua a lo largo de la suya, inclinó su cabeza y lo atrajo hacia ella y Lerrin gimió en su boca mientras ella rodeaba su cuello con sus brazos.
—Suhle... por favor... envió él. ¿Puedo tocarte? Yo nunca
—Sí.
Un quejido agudo y fino se rompió en su garganta. Temblando con partes iguales de deseo y miedo, finalmente llevó sus manos temblorosas a su hermoso rostro y tomó su boca con cada onza del amor y calor que había intentado ignorar durante semanas.
Su piel hormigueaba dondequiera que ella lo tocara—sus labios, su mandíbula, sus manos ahora recorriéndole la espalda. Ella respiraba profundo y rápido. Aunque su beso era lento, tentativo, su aroma burbujeaba con alegría—no estaba entretejido con miedo.
Lerrin quería aullar.