—Buenos días, Su Alteza —dijo alegremente mientras ella se dirigía al bufé del otro lado de la mesa y cogía un plato.
—Buenos días, Shaw —dijo ella en voz baja, de repente tan cansada. No quería hablar con este extraño hombre. No quería tener que responder a sus inevitables preguntas, ni tener que esquivarlas. El instinto de Gahrye sobre Shaw no había cambiado. Todavía no sabían qué le pasaba, pero algo había que no inspiraba confianza. Y mientras eso fuera así, ella encontraba al hombre agotador.
—No te he visto mucho en las comidas. ¿Estás comiendo lo suficiente? Sabes que en tu estado es muy importante comer y beber abundante. ¡Ahora estás alimentando a dos! —dijo con un guiño que hizo que Elia quisiera estremecerse.
Se dio la vuelta para servirse algo de comida y responder cuando él no pudiera ver su cara y fuera menos probable que descubriera la mentira.