—Elia yacía en la oscuridad, mirando al techo, conteniendo las lágrimas.
No podía dormir.
No podía dormir y su bestia rasgaba sus entrañas por dentro, intentando salir. Parte de ella quería ceder porque parecía que cada vez que lograba encontrar el camino de vuelta, casi siempre se encontraba con Reth en el trayecto. Y lo necesitaba esta noche. Aunque solo fueran unos momentos. Se sentía como si se desmoronara. Y lo único que calmaría el ardor de sus heridas era su voz y su contacto.
—¿Quizás debería ceder a la bestia si eso la ayudaría a encontrarlo?
Pero algo dentro de ella gruñía ante la idea. Un gruñido profundo que venía del mismo pecho ancho y cicatrizado que le dolía al pensar.
Desde su primera noche en Anima, Reth le había dicho que confiara en sus instintos.
Bien, había descubierto que en cuanto la bestia llegó a su vida, sus instintos se agudizaron al igual que sus otros sentidos.