—¿Qué haces aquí? —gruñó.
—Necesitamos hablar —ella contestó secamente.
—¡Esos francotiradores necesitan encontrar su filo! —exclamó él.
—Y lo harán, eso es de lo que quiero hablar contigo. Entrégame el puño para liderar contra el Gato. Déjame llevarlos a la Ciudad Árbol. Puedo asegurar que no se saldrán del plan —afirmó ella con firmeza.
—Absolutamente no —respondió él con determinación.
—¿Por qué no? —ella gruñó.
—Porque eres demasiado importante aquí. Si te perdemos... —dejó la frase en el aire.
—No me involucraré, estaré allí para gestionar el puño: están temblando con ganas de cazar, Lerrin, necesitan un líder fuerte que pueda canalizar eso —explicó Asta con convicción.
—¿En qué momento nuestros líderes de puño perdieron el control sobre su gente? —él se levantó, el agua escurriendo por su cuerpo, pero Asta ni siquiera parpadeó.