—Lerrin esperaba mientras todos los lobos en la tienda quedaban paralizados, incluyendo a Daryn. Aunque el macho no dejaba ver su miedo, se entrelazaba en su olor.
Hubo un momento brillante, un suspiro tembloroso en el que el macho más joven consideraba sus posibilidades y Lerrin se permitía sonreír con la sonrisa fulgurante y dentada del cazador.
Pero un suspiro después, Daryn bajó la mirada y sacudió la cabeza —Sé que no eres un mentiroso, Señor —murmuró—. Perdona la ofensa.
Lerrin no bajó su mirada ni un instante. Que todos vieran al macho someterse y supieran que harían bien en seguir su ejemplo. Pero cuando nada más se dijo, se volvió a la tarea, ignorando el modo en que su corazón latía dolorosamente cuando la cabeza de Suhle caía aún más como si deseara desaparecer.