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—Qué sorpresa. La Reina está escondiéndose —dijo Lucine, con su voz aún áspera y ronca.
—¿Querías capturarnos vivos? —preguntó Elia.
—Corrección, quería capturarte viva a ti —respondió Lucine.
—Por favor… no… —susurró Elia, fijando sus ojos en el cuerpo de Candace y dejando que su horror se mostrara—. Por favor.
—La única sorpresa hasta ahora ha sido que llegues sin tu pareja. Tu preciosa y atrevida pareja que destruiría todo Anima por ti —comentó Lucine con sarcasmo.
—Él no sabe. Por favor, Lucine. Yo… yo corrí. Estoy aquí. Me estoy yendo. Él no sabe. Por favor no me obligues a… no podría… era demasiado. Todo. No puedo ser un juguete entre ustedes —Elia dejó que toda la desesperación y miedo que sentía al dejar a Reth, su terror de que él fuera asesinado, se colaran en su voz, sus ojos, y miró fijamente a Lucine, cuyos ojos se habían estrechado.