El único día en que se sintió siquiera remotamente tan asustado fue el día en que murió su padre y se dio cuenta de que la responsabilidad era verdaderamente suya, y que su madre no sobreviviría para ayudarlo.
Esa noche se había parado junto a la plataforma real para dormir por primera vez, su cuerpo entero temblando, apenas capaz de respirar, y se había preguntado si su pecho en realidad podría estallar.
Esto era peor.
Porque entonces, sabía lo que debía hacer. Incluso sabía cómo hacerlo. Su único temor había sido que, en el duelo, parecería débil, o cometería un error. Había anhelado no estar solo en eso. Y sin embargo, se había mantenido solo por la misma razón que ahora amenazaba con derribarlo por completo.
Elia.
No podía permitir que lo hicieran. No podía permitir que ella resultara herida por sus elecciones. Y no podía perderla.
Era una situación absolutamente imposible y no sabía qué hacer. Ni siquiera sabía por dónde empezar.