Elia se sentía terrible. Estaba respirando con dificultad para cuando llegaron a la cima, la primera vez que lo había visto realmente tener que esforzarse físicamente. Él tenía razón, ella nunca habría llegado hasta aquí por su cuenta. Pero él lo había hecho rápidamente y con alegría, jadeando, pero sin realmente disminuir la velocidad mientras subían peldaño tras peldaño para alcanzar ese agujero cada vez más brillante en la roca sobre ellos.