—Elia se estremeció. Necesitaba moverse. Encontrar una manera de encajar esto en su visión de él. ¿Él había tocado a esa mujer? ¿Había tenido sexo con ella? ¿La había besado—argh! —Reth, yo... —se interrumpió, sintiendo comezón en la piel. Se levantó de la plataforma de dormir y comenzó a pasearse frente a él.
—Reth se quedó muy quieto, sin apartar los ojos de su rostro.
—Ella lo conocía. Sí lo hacía. No sabía cómo había sucedido tan rápido, pero él estaba bajo su piel y lo conocía. Él era suyo. Corazón y alma. No lo dudaba. Pero cuando intentaba abrir su boca para decírselo, todo lo que podía ver en su mente eran los labios de él en los de Lucine, sus cuerpos entrelazados—el poder físico de la mujer-lobo y la probable destreza instintiva de la Anima...
—Elia se hundió las manos en el cabello. —¿Por qué no me lo dijiste? —No estaba tanto enojada como... temblorosa. Frágil. Parecía que cada vez que se daba la vuelta ahora algo quería morderla.
Sin intención de juego de palabras.