En medio de la noche, Draven se despertó debido al fuerte sonido de alas batiendo. Aterrizando en su ventana estaba su lechuza blanca como la nieve, Medianoche, quien emitió un ulular al ver a su maestro en la cama.
Draven giró sus ojos rojos para mirar a su mascota. Al darse cuenta de que su maestro estaba despierto, emitió otro ulular.
El Rey entendió su mensaje.
—¿Otra vez? —Draven frunció el ceño y se levantó de la cama.
Se acercó a la ventana y preguntó:
—¿Dónde?
La lechuza ululó en respuesta, y su maestro miró por la ventana, como si pudiera ver algo a lo lejos. Draven estaba a punto de desaparecer de su cámara, pero se detuvo. La cara lastimosa de su sirviente apareció en su mente.
Le recordaba la expresión desolada de Erlos de cuando vio huellas embarradas en el piso que él había estado manteniendo impecablemente limpio día tras día. Si Draven volviera a aventurarse descalzo de nuevo así...