Draven se inclinó hacia sus labios, pero esta vez no la besó, simplemente rozó aquella boca hinchada muy delicadamente como para provocarla. Sus labios cálidos y húmedos recorrieron su línea de la mandíbula, solo para detenerse en su cuello donde él la había marcado. Sus ojos brillaban al ver aquella marca flor carmesí.
—Mi compañera... mía...
Lamió y besó la delicada piel de su cuello, haciéndola gemir en voz alta. Su cálida boca enviaba olas de placer a través de su cuerpo mientras continuaba saboreando cada pulgada de esa tierna carne. Su delicada piel clara seguía cambiando de color bajo cada una de sus lenguadas y mordiscos bruscos.