Alicia había sido advertida innumerables veces de que, tan pronto como comenzara el toque de queda, todos debían permanecer en sus habitaciones con las luces apagadas, así que no pensó que hubiera ningún problema en mirar por la ventana. Después de tal pesadilla, todo lo que quería era aire fresco, y estar sentada dentro de la habitación oscura no la iba a ayudar a conseguirlo ni a pensar apropiadamente.
Entonces, abrió las cortinas y miró por la ventana. Algunas antorchas estaban encendidas, pero no había nadie a la vista. Incluso los sonidos de animales cantando o corriendo alrededor no podían escucharse. El silencio la incomodaba, pero permaneció allí, perdida en sus pensamientos y preguntándose qué le esperaba si no se iba tan pronto como fuera posible.