Alicia yacía quieta mientras el médico real la revisaba. Colocó su mano en su muñeca y comprobó su pulso. Después de eso, revisó sus ojos y su lengua.
—¿Cómo te sientes? —preguntó él, mirándola con una preocupación curiosa.
El rostro de Alicia era el retrato de la angustia mientras levantaba las manos hacia su cabeza —Me siento muy cansada. Mi cabeza parece que va a desprenderse de mi cuello. Todo mi cuerpo duele. Y no consigo mantener los ojos abiertos —dijo Alicia con voz débil, mientras sus párpados aleteaban como si se cerraran por su propia voluntad e intentaba acostarse de nuevo.
—Necesita alimentarse bien y descansar adecuadamente. Creo que es fatiga —dijo el doctor, volviéndose a mirar a Beth, quien estaba mirando a Alicia con ojos desaprobadores. No había nada que nadie le pudiera decir que hiciera que ella creyera que Alicia estaba enferma.
—Le transmitiré su mensaje a la Reina —dijo Beth mientras el médico recogía sus cosas y se levantaba para irse.