Inmediatamente la Reina e Iván entraron en la sala donde Damián y los aristócratas estaban reunidos, intentando encontrar una solución al problema y una manera de razonar con Harold, todos se volvieron a mirarlos con odio.
La reina pretendió no darse cuenta de cómo todos la miraban fijamente y se cuadró los hombros mientras se ponía de pie al lado de Damián.
El aristócrata a quien había insultado y llamado nombres el día anterior avanzó —No tienes derecho a estar en una reunión de hombres...
—Soy la Reina —les recordó calmadamente, intentando no mostrar que estaba enfadada.
—Eso es solo cuando estás al lado del rey. Él no está aquí ahora, y tú tampoco deberías —dijo el hombre, y los otros aristócratas que habían estado descontentos con los insultos de la reina el día anterior asintieron con la cabeza en señal de acuerdo.
—¿Cómo te atreves? —Iván gruñó mientras sacaba su espada y avanzaba, pero Damián puso su mano en su hombro y lo detuvo.