Luciana no perdió tiempo esa tarde. Tan pronto como entró en la cámara que compartía con su esposo, comenzó a reunir sus cosas. Sabía que no tenía mucho tiempo porque la reina pronto vendría a enviarla a otra cámara, así que intentó ser rápida.
La puerta se abrió y no necesitó voltearse para ver quién era. Ya sabía que era Iván, y el hecho de que estuviera en la misma habitación con ella la enfureció. Su lobo interior tenía ganas de tomar el control y atacarlo, pero se clavó las uñas en la palma de la mano hasta que casi comenzó a gotear sangre, tratando de controlarse.
—Estás enojada —notó Iván desde detrás de ella cuando lo sintió.
Ella lo ignoró y caminó hacia su tocador para recoger sus pertenencias de allí.