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Las cortinas de la ventana habían sido cerradas para no dejar pasar la luz del sol al interior de la habitación. Julie yacía en su cama con una manta sobre ella y los ojos cerrados. Una tos repentina rompió a través de sus labios, sacudiéndola y haciendo temblar su cuerpo mientras su respiración se hacía trabajosa.
Esta mañana al despertar, se sentía la cabeza pesada y los ojos llorosos. Había estado tosiendo desde entonces, y tenía fiebre. Melanie, que había pasado por su dormitorio antes, le había traído el desayuno. Julie despidió a su amiga para que asistiera a clases, diciéndole que estaría bien y que se quedaría a descansar en cama.
Pero aunque la comida estaba allí, había quedado en la mesa intacta. Julie se preguntaba cómo había enfermado.
—¡Achú!
—¿Por qué estornudaba y tosía? —se preguntó.