—¿Es por la magia negra que se derrama en la tierra? —preguntó Julie, y Simón estaba a punto de abrir los labios antes de cerrarlos. La miró fijamente.
Julie y Román no habían hablado con nadie acerca de lo que sabían sobre Simón, y esta era la primera vez que ella tocaba remotamente el tema.
—No creo que sea eso —dijo Simón antes de colocar su mano sobre su pecho—. Solo para que quede claro, me gustan los narcisos en mi tumba.
Olivia ignoró las dramáticas palabras de Simón y miró dentro de la nevera. Luego sacó una caja negra, la cargó y se la entregó a Corvin.
—Estos deberían servir. Hay ocho —declaró Olivia y luego añadió:
— Puedes pedirle a los vampiros débiles que vengan a la enfermería y beban la sangre, a menos que prefieran la del comedor.
—Gracias, Olivia —agradeció Julie, y ambos, ella y Cillian, dejaron el edificio mientras Simón continuaba gimiendo.