—¿Por qué no les dijiste lo que realmente soy? —la cuestionó. Sus brillantes ojos verdes clavados en los negros de ella.
Le tomó un momento a Melanie plantarse firme, y respondió:
—Salvaste mi vida, y te la devolví salvando la tuya. No fue nada más ni nada menos que eso.
—Entonces querías pagar tu deuda. ¿Te resultaba insoportable saber que un vampiro te había salvado? —continuó con las preguntas Simón.
—¿Qué haces aquí? —lo cuestionó de vuelta.
—Vine a ver cómo estás. Parecía que huiste de tu casa como un pequeño conejito, y pensé que era mejor venir y ver si querías compartir las cosas recientes que has descubierto. ¿No es por eso que estás aquí? —sus ojos se quemaron en los de ella, la sutil sonrisa en sus labios apenas cambió ni por un segundo. Era como si la hubiera practicado durante años, y en este momento, Melanie solo podía decir que Simón había tenido más que suficiente tiempo para practicarla.