—Como tu padre, solo puedo aconsejarte —dijo él—. Depende de ti decidir si deseas arrastrar a otros contigo. Si no me equivoco, la muerte ya está aquí.
—Toda maldición puede romperse con la presencia y las palabras correctas, padre. Roma y yo no nos vamos a separar —dijo ella y negó con la cabeza.
—Si eso es lo que quieres —era bastante evidente que Knox estaba descontento—, pero ella y Román habían decidido que jamás se separarían y que se mantendrían unidos, sin importar cuán dura se tornara la situación.
—¿Intentó mamá alguna vez romper esta maldición? —preguntó Julie, y Knox negó con la cabeza.
—No. No creo que lo hiciera. Me habría enterado si hubiera intentado hacerlo. Las maldiciones nunca son fáciles de romper —dijo Knox y giró su cabeza en la dirección de la que habían venido—. Pudiste romper la maldición aquí porque fue tu madre quien la puso, y antes de su muerte... su corazón debió haber anhelado verte una vez más. Todo lo que quería era protegerte. ¿Has estado bien?