Julie miró la lata fría de refresco en su mano antes de levantar la vista y mirar la habitación donde Simón había desaparecido. En algún lugar, su rostro se puso pálido al pensar que Simón sabía que ella sabía. Según lo que había escuchado de Román, un humano no debía saber de la existencia de los vampiros, razón por la cual se veían obligados a borrar lo que averiguaban.
Pero ella ya no era un humano sino una bruja. Aunque la regla era borrar los recuerdos humanos, no se mencionaba a las brujas conociendo la existencia de los vampiros.
Sin dar oportunidad de que alguien la sorprendiera parada en el corredor, Julie se dirigió sigilosamente hacia el final del pasillo, giró a la izquierda. Al llegar a la habitación donde estaba Román, lo vislumbró a través de la ventana, donde las cortinas no habían sido corridas.