Las palabras que él pronunció resonaron profundamente en su mente y corazón. Sus ojos no se apartaban de él ni por un segundo. Esta era la segunda vez que Damien decía algo que ella miraba con admiración, como si hubiera una luz al final del puente túnel en el que se encontraba en ese momento.
Muchas veces Damien era alguien a quien le gustaba ver a la gente molesta y confundida, sus palabras golpeaban directamente en el corazón de uno, que eran mayormente sarcásticas o amenazantes. Pero ahora ella no sabía por qué no podía apartar la mirada.
—¿Te he hechizado con mis palabras? —él rompió el hechizo y sus ojos se bajaron, escuchando al cochero que preguntó a Damien,
—Amo, se ha dado agua a los caballos. ¿Partiremos hacia la Mansión Quinn?
—Sí, vámonos —ordenó Damien. La carroza se sacudió levemente cuando el cochero saltó a su asiento.