Uno de los esqueletos se había vuelto agresivo con Caitlin, sosteniéndola por el cuello y la mujer no conocía hechizos ya que nunca los había practicado. Había muchas brujas blancas que no practicaban magia por el miedo a ser descubiertas y quemadas vivas. Damien y Alejandro tenían muchos más esqueletos con los que luchar, que no se daban por vencidos, venían uno tras otro al notar a la mujer que luchaba por liberarse de las manos del esqueleto de su cuello.
—Se suponía que debías morir hace años y aquí estás viva —la Señora Artemis caminaba hacia su sobrina—. No me mires con tanto odio, Caitlin. Tú eras mi querida sobrina. Tus estrellas han sido afortunadas de que no hayas muerto cuando tu prometido todavía te busca —la bruja blanca ligeramente alarmada y preocupada por la idea—. Qué descortesía la tuya dejarlo abandonado.
De alguna manera alejándose y empujando el esqueleto usando la silla que estaba en la habitación, Caitlin preguntó:
—¿Quieres decir no dejar que él me mate?