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Sylvia parpadeó por unos segundos, asegurándose de que él había dicho lo que acababa de expresarle. En menos de diez segundos, Sylvia había arrastrado a Elliot hacia la puerta y lo empujaba hacia fuera—Si quieres compartir la habitación deberías intentarlo con alguien más. Quizá un hombre. Gracias por ayudarme con la herida —estaba lista para cerrar la puerta pero Elliot la detuvo diciendo—No te acerques demasiado a personas que no conoces, Sylvi —sus ojos estaban calmados mientras lo decía, una sonrisa en sus labios. Sylvia pareció ligeramente desconcertada por el apodo ya que era un nombre que no le gustaba. Apodarla con algo informal y al mismo tiempo, sus palabras tiraban de su corazón.
—¿De quién hablas? —ella tenía una vaga idea pero quería escuchar sus palabras.