La noche estaba oscura y las nubes que estaban en el cielo se habían disipado. Ambos vampiros de sangre pura caminaban uno al lado del otro hasta detenerse frente al arbusto que Penny había arreglado. La rosa azul.
—Es bueno ver que finalmente le has tomado cariño —comentó Damien, mirando las rosas que habían florecido. El color de ellas era más oscuro que antes.
—¿A qué te refieres? —preguntó Alejandro al tener a Damien con una sonrisa maliciosa.
—Tan ignorante. Eres tan bueno como yo actuando —rió Damien—. No pienses que no sé cómo la mirabas a Penny cuando la traje aquí el primer día.