Tomó una profunda respiración, continuando mirando a sus hijos antes de que sus ojos cayeran en el retrato de al lado —La chica... entró paseando aquí —le informó a su esposa, quien frunció el ceño hacia él.
—Ella estuvo con nosotros todo el tiempo —recordó la mujer, luego recordó que Penélope se levantó y fue con la criada al cuarto de baño de señoras —Es ajena. No una pariente, no miembro del consejo, no te preocupes por eso. Ella no es nadie para saber nada —la mujer consoló a su esposo —Hablaré con los sirvientes esta noche para gestionar mejor la mansión que permitir que la gente ande libremente.
—No podemos permitir que la gente camine por la mansión —le recordó a su esposa, saliendo un suspiro de sus labios. Su expresión cambió de la mujer dulce y amable a una que lucía seria y fría.