—Permíteme llevarte al próximo pueblo. Sería incorrecto no ofrecerte ayuda y dejarte varada hasta que aparezca la próxima carroza —ofreció el joven, pero la bruja negra tenía sus dudas con él insistiéndole. Bajando de la carroza, él caminó alrededor de los caballos y Betsabé dio dos pasos hacia atrás para ver al hombre caminar hacia la puerta de la carroza y abrirla —Estoy seguro de que disfrutarás la compañía —le sonrió con la puerta abriendo. Su propia apariencia cambió a una como la del brujo negro. Sus ojos se convirtieron en hendiduras y su rostro transformando la tez suave en una que parecía tierra agrietada, piel que estaba seca y rota.
Ella dio otro paso hacia atrás y al mismo tiempo, escuchó el susurro de las hojas detrás de ella para encontrar a dos de los cazadores de brujas que la habían estado persiguiendo antes con la mujer.