—¡No! Él todavía está vivo —el magistrado no estuvo de acuerdo con la opción que Damien dio.
—Entonces, ¿qué va a ser? O sigues trabajando para las brujas y te matamos en posesión del escupitajo que se usa para corromper a la raza de los vampiros y usar las semillas de ahí para hacer crecer de nuevo las plantas que quemamos o —hizo una pausa Damien—, o dejas de trabajar para ellas y dejas morir a tu hijo.
La vida era dura pero Penny nunca había tenido que experimentar algo así donde un padre intentaba mantener a su hijo con vida para solo verse atrapado en semejante lío ahora. Lo peor que tuvo fue a su madre queriendo matarla lo cual todavía no había podido entender por qué. No podía decir cuán afortunados eran esos niños cuyos padres luchaban por ellos, para mantenerlos vivos y respirando, protegiéndolos del mundo malvado. Su corazón dolía al recordarlo y apartó esos sentimientos de su mente.