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No mentía cuando dijo que la iba a castigar. Damien le dio todo, llevándola al punto más alto antes de dejarla caer, negándole el placer que él le había mostrado.
—Deja de torturarme —susurró ella mirándolo, cruzando miradas y él podía ver cómo luchaba por no desmoronarse, pero eso no era lo que Damien esperaba.
—Pero me encanta torturarte —dijo Damien, sonriendo de vuelta a ella mientras parecía frustrada y cansada.
—No voy a huir —rogó ella, mirándolo con una mirada dulcemente lujuriosa y él volvió a introducir su dedo en su núcleo—. El castigo no termina hasta que me digas lo que tenías en mente. Vamos Penny, sé que quieres decírmelo. ¿No quieres que se cumplan tus deseos? —le preguntó él, moviendo su mano para presionarla en su núcleo. Inclinándose, mordió la piel donde se podían ver el contorno de sus huesos de la cadera.
Chupando y mordiendo su piel para oírla sisear de dolor antes de correr su lengua para calmarla.