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En este punto, se sentía impotente. Podía sentir cómo sus ojos empezaban a picar y eso no era por el fuego o el humo que emitían la madera ardiendo.
Aunque era una bruja no tenía poder ni magia que pudieran hacerlo volver, que pudieran despertarlo. El fuego alrededor de ellos solo arreciaba más, acercándose cada segundo a donde estaban y sabía que pronto ella ardería en él. Si no era por las manos de las brujas que ahora estaban fuera, ambos, Damien y ella, morirían en este incendio.
Nada.
Él no se movió un ápice y su corazón empezó a latir solo una vez cada dos o tres segundos.