El viento afuera de la mansión susurraba contra las ventanas y puertas cerradas, Penny estaba sentada en la cama, atendida por Damien quien finalmente colocó el paquete de nieve sobre la mesa de vestir. Mirando su cuello con una expresión pensativa.
—¿Estás bien? —le preguntó Penny, sus ojos aún no habían vuelto a su color habitual que seguía siendo negro en ese momento. Era el tiempo más largo que lo había visto llevar la corrupción por una duración tan prolongada.
—Sí. ¿Y tú? —respondió él.
—Estoy bien —susurró ella, mirando profundamente en sus ojos y luego diciendo:
— Deberías ir a cambiarte —Penny no sabía a dónde había ido ya que había dejado la fiesta de cumpleaños sin muchas palabras pero con un beso en su mejilla.