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Con el tiempo que pasaba y sin manta debajo o alrededor de ella, Penny podía sentir el frío penetrando en su piel y huesos. Cuanto más se adentraban en el bosque, más frío se hacía y también el color y apariencia del bosque cambiaban de verde a blanco con la cantidad de nieve que cubría el suelo y los árboles alrededor.
El bosque estaba desierto y silencioso. No había ni una sola alma alrededor de ellos, como si estuvieran en un mundo diferente de espacio y tiempo. Lejos de ellos, un búho ululaba. Su canto se eco en el bosque.
—¿Dónde estamos? —preguntó Penélope, cuyos pasos eran cuidadosos al colocarlos sobre la nieve recién caída en el suelo que dejaba una huella en ella.
—Este es un camino no muy lejos del pueblo en el que una vez viviste. El que viviste con tu madre.
