Penelope sintió una oleada de alivio recorrer su mente al escuchar las palabras de Damien. Se preguntaba si era porque confiaba y creía en él en ese momento lo que le ayudaba a aliviar los nervios ansiosos de su cuerpo.
—Gracias —murmuró, su voz saliendo débil y callada que Damien la escuchó de todas formas.
—En cualquier momento —respondió él, sus ojos la miraban perezosamente.
Sus ojos se bajaron, mirando hacia su cuello que era largo y suave y se conectaba con sus hombros. Mirando de nuevo hacia sus ojos, vio los ojos rojos que la miraban fijamente sin pestañear.
—Eliminaré la corrupción de tu corazón —dijo ella para que él asintiera.
—Sé que lo harás —escuchó que él respondía, una esquina de sus labios se alzaba—, ¿el Padre Antonio no tiene hechizos para convertir en sapos?