Aplicando el gel en su espalda para evitar cualquier infección en ella, Damien puso de nuevo el tapón en el tubo mientras lo giraba con sus delgados dedos. Colocándolo dentro de la caja junto al algodón que no se había utilizado, recogió los trozos manchados de algodón para ponerlos a un lado. Con su espalda desnuda a la vista completa para que él la viera, Damien se tomó su tiempo para admirar la extensión de su lisa espalda que hacía que sus dedos se picaran por tocarla y fastidiarla. Su hombro no estaba tan tenso como antes, lo cual era bueno, pensó Damien para sí mismo.
Penny, que estaba acostada en la cama, se preguntaba si eso era todo, preguntándole —¿Ya está?
—Todo listo —dijo él al verla intentar levantarse, pero cada vez que lo intentaba, la herida trataba de contraerse para traer de vuelta el dolor ardiente en su piel.