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Cuando un suspiro involuntario escapó de sus labios, solo añadió combustible a los sentimientos incontrolables que estaban brotando a través de sus dedos y labios. El corazón de Damien latía con firmeza, sus ojos parecían vivos. Incapaz de contener su sed, sus colmillos crecieron y dijo, "Voy a dar un sorbo," sin más preámbulo, Damien hundió sus colmillos en su cuello.
Su sangre era más dulce que cualquier otra que él hubiese probado, lo que le hizo preguntarse si era porque ella era una bruja blanca. Era como beber de un unicornio del que se decía tenía un sabor celestial. Damien no mantenía muchas relaciones con mujeres. Sus intenciones siempre habían sido claras como el día, sin ataduras hasta hace poco.