—Sé que es una bruja. Una bastante astuta diría yo, ¿estabas allí ese día? Deberías haber estado cuando te busqué. Qué gracioso y aquí pensé que no estabas y casi me creí la historia que me contaron. Un buen grupo de actores tratando de desviarme de mi camino —rió Eugenio—. Apúrate ahora, pequeña bruja. ¿Dónde puedo encontrar a esta hermana tuya? Me aseguraré de cazarla una vez que termine contigo.
—En el cielo —respondió Betsabé haciendo que el hombre la mirara confundido y luego continuó—. No el lugar al que irás —y con eso, Betsabé golpeó su cara desde abajo y dio un paso atrás para patearle el lado de su cara.
El cazador golpeó su cuerpo contra el árbol y cayó al suelo. La miró aún más confundido, sus ojos se movían hacia su cara y luego hacia su pecho donde la sangre seguía fluyendo, ensuciando el frente de su vestido.