Damien la sostuvo más cerca si era posible, a diferencia de antes sus manos eran mucho más suaves con ella, no sujetándole las muñecas sino sosteniendo todo su ser. No eran solo sus acciones, sino también su voz la que era sorprendentemente tranquila y silenciosa mientras le preguntaba. Penélope sacudió la cabeza rápidamente, queriendo liberarse para volver a ser atraída —Dime, Penélope. ¿Te resulta desalentador confiar en alguien más tus sentimientos o a ti misma? —le preguntó—. Sabes que no te dejaré ir hasta que me digas qué está pasando, ¿verdad?