La mansión se mantenía quieta y silenciosa. La vacuidad y el vacío de los pasillos por donde las criadas no se atrevían a caminar y en cambio se apresuraban a alejarse antes de que llegara su maestro. En una habitación solitaria que nunca era entrada por nadie excepto por el propio dueño de la mansión, había una habitación secreta adjunta de la que nadie sabía.
Una chica con ropas harapientas estaba sentada en el frío suelo donde muchas otras chicas como ella habían caído en sus malos destinos. Las esclavas a menudo eran compradas para el placer propio del dueño. La mayoría de ellas eran adquiridas para placer sexual, que era una de las principales razones por las que las esclavas cumplían su propósito y no era ningún secreto. Algunas eran regaladas a otros como un presente mientras que muy pocas usaban a las esclavas como sirvientas.