—Joven Duquesa, por favor tenga cuidado al bajar —le advirtió el general cuando ella bajó del carruaje. Ya era de noche y los alrededores estaban bastante oscuros.
—Esas personas —ella miró a la gente acampando fuera de las grandes puertas. Estaba segura de que no eran soldados ya que eran demasiado delgados. Incluso vio a una mujer embarazada llevando a un niño enclenque.
—Ah... incrédulos —dijo sin terminar su pensamiento.
—¿Incrédulos? —La expresión de Rosalind cambió. Los incrédulos eran personas que no creían en la Diosa. Muchos imperios y reinos los aceptan, pero los ciudadanos usualmente no los tratan bien simplemente porque tienen creencias diferentes —.¿Y usted está acampando con ellos?
—Joven Duquesa, este es el único lugar donde el Imperio permitió acampar. Si alguien acampa al otro lado de las puertas, los soldados los arrestarían y los castigarían de acuerdo con las leyes del Imperio —dijo el general con calma mientras miraba su rostro.