Tras la llegada de Rosalind a la barrera, se encontró en un lugar desolado. Se parecía a una vasta y vacía extensión, como un vacío sin fin y sin color. La propia barrera era una pared resplandeciente y translúcida, que casi parecía una enorme lámina de vidrio luminiscente.
Se extendía tan lejos como la vista alcanzaba, separando el mundo conocido de los peligros ocultos más allá. Su débil y pulsante resplandor tenía una belleza inquietante, pero una inconfundible sensación de presagio permanecía en el aire.
Esta barrera, aparentemente frágil pero impenetrable, era la última defensa de la humanidad contra los demonios acechantes.
Rosalind había visto esto en la visión pero verlo de cerca era sencillamente demasiado diferente.
Sin embargo, ella no estaba aquí para apreciar este espacio. Estaba aquí para comprobar si su instinto era correcto.