Mientras tanto, Rosalind se sentía como si estuviera en un estado de limbo. De alguna manera podía percibir su propio cuerpo, pero ya no podía controlarlo, oír o ver lo que su cuerpo actual estaba haciendo.
Rosalind sentía como si su cuerpo flotara sin fin, suspendido en un líquido negro. Sin embargo, por alguna razón, no entró en pánico ni sintió miedo.
Una parte de ella parecía asegurarle que Lucas vendría a salvarla.
La Diosa permanecía ajena a esto.
En ese momento, luchaba por controlar sus emociones mientras intentaba calmar su corazón acelerado. Ella fulminó con la mirada a Lucas.
—Solo empeorará —afirmó Lucas.
—Solo yo —tos— puedo ponerle fin a esto.
—¿Qué es, exactamente, lo que pretendes terminar? —preguntó Lucas, pensando en qué estaba tratando de lograr—, en qué quería lograr esta mujer que había conocido hace mucho, mucho tiempo.