—Lo que ella aún no había comprendido era que todo más allá de su propio cuerpo ya había cambiado —Rosalind, ahora vista como una diosa, se encontraba en un paisaje desolado, con Atior y Josefina frente a ella. Las ruinas se extendían en todas direcciones, rodeándola. El portal había desaparecido, dejando solo el caos a su paso.
No muy lejos de ella estaban Belisario, Lucas, Martín y Dorothy, junto a los representantes de las siete familias.
—¿Me llamaste? —dijo Rosalind, su tono sorprendentemente carente de emoción—. ¿Fuiste tú? —Dirigió su mirada hacia Atior.
—Fui yo —Atior se inclinó inmediatamente—. Por favor, Divina, encuentra en tu corazón el perdonar a este humilde humano por invocarte.
Rosalind apartó la vista, luego fijó sus ojos en Dorothy.
—Tú— —Con un gesto de su mano, Dorothy comenzó a levitar hacia la diosa. Los débiles esfuerzos de Dorothy fueron en vano.