—¿Un hombre con cabello blanco? —El rostro de Ena Thun se contorsionó mientras miraba al demonio frente a ella. La apariencia del demonio aún le disgustaba, pero no tenía más opción que fingir ser cortés.
—Tú lo viste por ti misma. ¿Por qué no me contaste sobre ese hombre? —siseó Maledrax—. ¡Si hubiera sabido que había alguien más fuerte que tú, habría sido más cuidadoso!
¿Por qué la estaba culpando a ella?
Ena apretó los labios, recordando su encuentro en las Montañas Aullantes. Sabía que esos dos eran los mismos, pero nunca esperó que el hombre interfiriera directamente en sus asuntos.
—No sabía de ese hombre —mintió sin pestañear—. Nunca pensé que alguien como él pudiera existir. —Ena era consciente de que si no usaba la sorpresa para atacar a ese hombre, nunca ganaría. Por suerte, el hombre no pensaba que ella ayudaría al demonio, y su atención se centraba únicamente en el demonio. De lo contrario, le habría costado mucho golpearlo.