Elías y Valentín habían estado atrapados en un desierto nevado durante semanas, luchando incansablemente contra monstruos.
—¿Ves algo? —preguntó Elías desde una rama de árbol muerto. Miró alrededor del área y suspiró interiormente. No podía ver a ninguno de esos monstruos perversos.
Valentín, que estaba de pie debajo del árbol, frunció el ceño. —¿Cómo podría ver algo desde aquí abajo? —replicó—. ¿Qué ves tú?
Elías escaneó los alrededores y suspiró, —Es solo nieve —. Nada más que nieve.
Valentín rodó los ojos, frustrado. Habían sido semanas y no habían descubierto el origen de estos monstruos escurridizos. No solo no tenían pistas, sino que también habían estado ocupados rescatando gente mientras luchaban casi todos los días. Suspiró exasperado.
Cerrando los ojos, Valentín extendió sus sentidos otra vez. A pesar de sus esfuerzos, aún no podía sentir nada.
Elías rompió el silencio, —¿Ningún progreso?