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Sin embargo, al acercarse al gentío, la estatura de Rosalind la traicionó, obstruyendo su vista del escenario y del espectáculo que se desplegaba. La frustración brotó dentro de ella al esforzarse por captar atisbos de la acción, solo para encontrarse con vistas obstruidas y miradas fugaces.
Ante su consternación, Lucas, siempre el caballero de brillante armadura, ideó un plan para elevar su perspectiva. Sin decir una palabra, la levantó rápidamente, sus fuertes brazos la acunaban mientras la elevaba sin esfuerzo sobre sus amplios hombros. Un suspiro de sorpresa escapó de sus labios, seguido rápidamente por una risita encantadora que brotaba de su corazón.