—Nunca esperé que te sumergieras en la intrincada política de las siete familias —comentó Lucas, su sorpresa evidente en su voz—. Y ciertamente no anticipé que estuvieras al tanto de algo tan secreto como las Almas de Hierro.
Rosalind respondió con una sonrisa, pero su atención se desvió hacia la taza de té amargo colocada frente a ella. Había entrado en la habitación sin esperar encontrar a Lucas allí; él había estado ocupado con varios asuntos en los últimos días.
—Fue pura coincidencia —explicó Rosalind, meditando cómo transmitir la verdad sin revelar su conocimiento de una vida pasada—. Comencé a recopilar información sobre las compañías de mercenarios durante la marea. Se sirvió una taza de té y luego vertió una con gracia para Lucas. Alzando la vista hacia él, le regaló una cálida sonrisa—. Aunque las Almas de Hierro tenían una reputación renombrada, me pareció extraño que no asistieran al norte durante la marea. Despertó mi curiosidad.