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Por el contrario, el baño de Rosalind era un santuario sereno, un refugio de relajación y rejuvenecimiento. Una iluminación suave y cálida iluminaba el espacio, proyectando un resplandor suave sobre los elegantes artefactos y mobiliario.
Mientras Rosalind se recostaba en la bañera, el vapor se elevaba con gracia desde el agua, envolviendo la habitación en un abrazo nebuloso. El aire estaba delicadamente perfumado con la fragancia de aceites aromáticos, infundiendo al espacio un aroma calmante que aliviaba sus sentidos.
Las velas parpadeaban alrededor de los bordes de la habitación, su tenue resplandor proyectando sombras danzantes sobre las paredes. La suave iluminación creaba un ambiente tranquilo, realzando la atmósfera serena del espacio. La cálida luz dorada se reflejaba en las superficies relucientes, otorgando un toque etéreo al entorno.