La anticipación de Rosalind crecía mientras caminaba hacia el gran balcón, cada paso resonando en el resplandeciente suelo de mármol. Las horas de espera habían puesto a prueba su paciencia, pero la oportunidad de finalmente hablar con el formidable Patriarca valía cada momento de anticipación. Ella comprendía la reticencia del Patriarca de involucrar a su hijo en su conversación, y respetaba su decisión.
Al acercarse al balcón, el encanto de la vista que tenía por delante la atrajo. El rico tapiz de colores y belleza que se desplegaba ante sus ojos borraba cualquier duda persistente. El Imperio Korusta se extendía bajo ella, una impresionante amalgama de naturaleza e ingenio humano. El paisaje era un testimonio vivo del esplendor y la opulencia que la Familia Blaize había cultivado meticulosamente a lo largo de incontables generaciones.